Érase una vez... un peregrino cósmico sin nombre. Bueno... no se sabía muy bien si era peregrino... o peregrina... en realidad nadie sabía muy bien quién podía estar cabalgando aquel caballo del cual sólo se veía la sombra... y quizá un poquito la silueta al atardecer. Todo el mundo creía ver perfectamente, creía saber perfectamente qué era lo que tenían delante cuando The Cosmic Pilgrim llegaba junto a ellos... pero en el fondo nadie sabía nada.
Llegó el día en que the Cosmic Pilgrim -permítaseme citar su nombre en inglés, que admitiría su parte femenina y su parte masculina sin que riñesen entre ellas...-, tuvo que salir de sus rutas corrientes, en las que caminaba solitario por un camino que pocos conocían: un camino en el que se cruzaba una realidad paralela, llena de multitudes aterradoras... pero que sólo se veían, transparentes, sin llegar a atravesar la barrera interdimensional. Por allí había transitado the Cosmic Pilgrim a sus anchas durante años, ya que sabía que nada saldría de aquella visión, que no podían hacerle nada.
Un día escuchó una voz. Provenía de aquellas profundidades que observaba... y supo que, contra sus miedos, debía atravesar la barrera. También su caballo estaba nervioso; los pocos compañeros de viaje que había tenido durante su trayecto anterior, le advirtieron no bajar la guardia... no obstante, nadie se opuso a su decisión, de atravesar la barrera. Ellos sabían, que the Cosmic Pilgrim debía vivir aquello... y que aquella voz, iba a tener su respuesta gracias a él/ella.
Lo que no sabía the Cosmic Pilgrim, era lo que encontraría al otro lado de la barrera... pues las barreras entre realidades paralelas son engañosas: muchas muestran cosas que no existen, otras ocultan cosas que sí existen, y la mayoría de las veces cambian la percepción de lo que en realidad hay. Tampoco nuestr@ protagonista se había planteado que al otro lado fuese a encontrarse algo distinto a lo que había creído percibir, de modo que, de un salto, su caballo cambió de dimensión.